sábado, 5 de noviembre de 2011

PARA SEGUIR APORTANDO.

Hace poco se ha decidido cerrar el blog de los títeres en Bolivia, una iniciativa que había nacido con la motivación de mostrar al mundo el acontecer del teatro de títeres en nuestro país. A pesar de Idas y venidas, de discusiones y propuestas todavía no se ha logrado recuperar este espacio de divulgación y de discusión que suponía.

Desde la compañía Paralamano se había colaborado con algunas opiniones sobre diversos temas relacionados al teatro de títeres y su cotidiano en Bolivia, nuestros aportes llevaban consigo la intensión de generar un espacio de debate y no ofrecer ideas univocas, muchas de esos artículos no fueron publicados en el blog, pues la finalidad era mostrar distintas posturas de distintos compañeros; a la espera de estas distintas propuestas, las publicaciones de la compañía Paralamano se fueron dilatando.

En adelante, las publicaciones del blog de los títeres en Bolivia, y los textos que no fueron publicados estarán en este espacio individual, pero con el mismo espíritu que ofertaba el Blog del colectivo boliviano de títeres, los textos estarán en la web para ser confrontadas por quien sea que se interese en refutar y aportar otra perspectiva; agradecemos sus aportes.

Compañía Paralamano.

Aquí vamos con el primer texto.

El criterio crítico del público.

Después de leer el mail en que algún compañero se quejada por no haber sido seleccionado para participar del Peter Travesí (festival nacional de teatro en Cochabamba), y acreditaba lo insuperable de su trabajo bajo el argumento de que el público le había dado la aprobación y no entendía por qué el jurado no había hecho lo mismo, me di cuenta de que muchas veces me había preguntado dónde, cuándo y cómo encontramos el aviso que nos dice: “éste es el momento, ahora estamos listos, nuestro trabajo ha llegado a su clímax”, entonces nos preparamos para enviarlo a festivales y encuentros cada vez que tenemos la oportunidad. La respuesta a esto nunca es fácil, en la búsqueda de esa señal nos topamos con la autocomplacencia, la vanidad y las subjetividades.

Uno de los factores de confusión más comunes es creer justamente que el público tiene siempre el criterio y la potestad para aprobar nuestro trabajo; y aunque en alguna medida esto sea cierto, en otra medida es tan peligroso que nos ciega para encontrar una perspectiva crítica objetiva. Trataremos de aclarar esto.

Algún compañero me comentaba hace muy poco que él se sienta a ver un trabajo de títeres con la necesidad de complacerse como un “espectador común”, sin prejuicios ni vicios en la observación de manipulación, búsquedas metafóricas o símbolos que remitan algo, simplemente se quería divertir. Ahí caí en cuenta que la línea que no vemos (y siempre está en nuestra senda) es aquella que nos dice las pautas para acceder a planos estéticos y a una visión panorámica de una puesta; si en la búsqueda de un trabajo terminado encontramos posibles mejoras, si siempre se mira con ojos críticos cada vértice textual y de representación, pues entonces tendremos algunas certezas en el trabajo. Suena paradójico, absurdo y ambiguo pero la duda y la incertidumbre es un buen aviso para saber que vamos por buen camino y que el trabajo está “cerrado”.

El espectador tiene derecho a sentarse y ver el trabajo como le plazca, nosotros tenemos la obligación de no ser condescendientes, frívolos o demagogos.

El espectador, tiene varias opciones, presentarse ante un trabajo con el compromiso de leer los subtextos, o enfrentarse a una puesta con la sola motivación de satisfacer la necesidad urgente de la catarsis inmediata y sin interferencias, o quizás acude al hecho dramático con ambas expectativas (desde mi opinión, el espectador in fabula). Como no podemos conocer los deseos, la información y las motivaciones de quienes nos ven en una presentación (no podemos ingresar al inconsciente del espectador, el cual puede ovacionarnos por el sólo hecho de haberse reído en un par de momentos fugaces), no creo correcto otorgarle la potestad de evaluador de nuestro trabajo al momento de pretender acceder a la selección para un festival, para este tipo de selección se ocupan conocimientos que sumados al sentido común del “espectador medio”, logran un criterio objetivo que justifica cada espacio de evaluación.

El público siempre nos da satisfacciones, y siempre es generoso, eso no debe confundirnos y hacernos creer que hemos pasado el umbral de los mortales y que los festivales tienen la obligación de invitarnos porque el público nos aplaudió con bravos y hurras (bajo ese pobre criterio se desmantelaron festivales maravillosos que no pudieron sostenerse por la paulatina mala calidad en la selección); los festivales no tienen porqué estar de acuerdo con el público, pues el público no es quien tiene que estudiar las razones estéticas de cada compañía y tratar de ser lo más objetivo posible, el público te ve, disfruta y si le gusta te aplaude, el jurado seleccionador de un festival debe evaluarte con una carga extra de criterios. Si esto nos molesta pues tendríamos que dejar de intentar afanosamente el ingreso de nuestro material en eventos, o en caso contrario saber aceptar con honradez el rechazo (que no significa fracaso) y buscar en nuestro trabajo la fisura que no pudimos ver antes.

Borges decía que “hay que publicar para no seguir corrigiendo”, en nuestro caso tenemos la bendición de corregirnos en cada presentación, de buscar nuevas alternativas que nos permitan hablar más claro y con más belleza que antes; parece un propósito fastidioso, pero el sopor que supone es más un mito que una realidad.

Juan Rodríguez.

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